Esta cuarentena no podrá conmigo. Esto es lo que me digo a mi misma desde que comenzó. Yo soy una persona muy inquieta. Ya sabes que soy inquietissima. Pues bien, estoy desbordada con tanta cosa que en teoría podría estar haciendo. Como madre de una familia numerosa y trabajar fuera y dentro de casa a mí no me da la vida además para hacer yoga, meditación, bailar, clase de zumba, pilates, ver conciertos, espectáculos de magia, visitas virtuales por los museos, ver repertorio completo de Disney con los niños, leer toda la prensa de repente gratuita, manualidades con rollos de papel higiénico, grabar un video de mi familia cantando canciones y enviarlo a programas de la tele, pintar pancartas para las ventanas, etc.
Y eso reconozco que me está creando un poco de ansiedad porque me gustaría hacerlo todo y creo que todo el mundo esta aprovechando mejor el tiempo que yo. Es como que todo está ahora de repente disponible y parece que esa disponibilidad es por tiempo limitado mientras dure el confinamiento. O esta es mi sensación. Vivimos bajo un bombardeo continuo.
Somo cinco en casa. El maridín y mis tres hijos. Por lo que estoy muy agradecida. Me encanta estar tan acompañada. Pero somos cinco bocas a alimentar como dicen nuestros mayores. Y además tengo la suerte de poder estar teletrabajando en esta cuarentena desde casa. Por tanto, si tengo que hacer una repartición de las veinticuatro horas que tiene el día, trabajo ocho horas y duermo otras ocho, dos las dedico a cocinar y dos a comer (recoger la cocina lo hace el marídín por esto de la corresponsabilidad), así que me quedan otras cuatro para todo lo demás.
Permitirme que me guarde dos horitas, en el mejor de los casos, para ver series de televisión por la noche con el maridín o a leer a partir de las diez de la noche cuando enviamos a los peques a dormir. Es nuestro ocio. Así que realmente me quedan dos horas en las que intento que mi casa no sea una leonera y superviso que los niños hayan hecho totalmente sus deberes mientras los mayores teletrabajabamos. Lo cual funciona con la niña de diez años, incluso con el niño de casi ocho que es muy espabilado y responsable, pero para el pequeño de seis añitos no funciona y hay que sentarles en plan maestra de pueblo para que se pongan a hacerlo, transmitirles los comunicados, anexos, e-mails, videos, etc, recibidos del colegio, revisar mensajes en grupos de wasap de las tres clases o equipos de baloncesto/fútbol y resolverles a los niños las dudas. El maridín trabaja más horas que yo, ya que yo me acogí a la posibilidad de reducción de jornada en mi trabajo para poder estar con los niños desde la salida del cole. Por ello no puedo contar con él hasta la cena.
Esta es la organización familiar entre semana con el confinamiento. Pero cuando llega el fin de semana, además de limpiar la casa, hacer la colada, cocinar algo especial o que sirva de batch cooking para la semana, hacer compra a domicilio y algo de orden para que los juguetes nos permitan una mínima movilidad por la casa, finalmente tampoco os creáis que queda tanto tiempo para otras actividades. Ya simplemente bajar el ritmo y no hacer nada en este escenario es un gustazo en mi opinión.
Y por supuesto estamos viviendo este confinamiento con una sensación de continua angustia ya que las noticias son devastadoras y solo podemos ayudar quedándonos en casa, nos dicen. Lo cual también a mi me genera un poco de frustración. La única opción es vivir el presente ya que esto va para largo, dejar el futuro para cuando llegue, no ser ambiciosos, intentar estar tranquilos, sacar la cabeza por la ventana, salir al balcón o, si se tiene la suerte, al jardín y cerrar los ojos, sentir el aire fresco que corre o el calor del sol de primavera en la cara y respirar hondo unos minutos cada día. Y finalmente aprender un poquito de cómo lo están viviendo nuestros niños desde su inocencia y alegría. Mucho ánimo para todos. Estamos todos igual. A seguir.
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